top of page

Ariel Dorfman en Gran Canaria. Desaparecidos una década antes de 'La Muerte y la Doncella'

El escritor chileno aprovechó su presencia en el I Congreso de Escritores de Lengua Española para denunciar las desapariciones forzosas en su país y poner en alerta el papel de la cultura como garante de los derechos humanos



Estos días se conmemora el 50 aniversario del golpe de estado que terminó con el gobierno democrático de Salvador Allende en Chile. Medio siglo desde que las tropas al mando de Augusto Pinochet asaltaron el Palacio de La Moneda e inauguraron un periodo oscuro de la historia chilena marcado por las desapariciones forzosas, las torturas y el encarcelamiento de opositores en campos de concentración. En junio de 1979, el régimen de Pinochet contaba con seis años de siniestro currículo y sus crímenes (como los de otras dictaduras hispanoamericanas de uno y otro signo) también se colaron entre los contenidos del Primer Congreso de Escritores de Lengua Española que se celebró en la Casa de Colón de Las Palmas de Gran Canaria. Hay que pensar en que buena parte del Boom de la Literatura Hispanoamericana se fraguó en un contexto marcado por la inestabilidad política, la violencia o la incertidumbre. Entre los escritores y escritoras que acudieron a la capital grancanaria aquel mes de junio se encontraba un ilustre que sabía bien de lo que hablaba: el chileno Ariel Dorfman.


Aún faltaba más de una década para que el escritor chileno nos pusiera los pelos de punta con ‘La Muerte y la doncella’, una de las obras literarias (teatro para ser más concretos) que mejor ha registrado el horror de la tortura y la desaparición pero en la Casa de Colón Dorfman habló sobre las desapariciones y del papel de la cultura en la defensa de las democracias. “Si hoy en América Latina desaparecen los escritores, yo les pregunto: ¿Qué tipo de exterminación más opaca y voraz que la que están resistiendo los lectores de nuestro continente?” señalaba el autor de clásicos como el curioso ‘Para leer al pato Donald’ o ‘Memorias del Desierto’, uno de los mejores libros de viajes que se escribió jamás y que, también, sobrevuela sobre el tema de las desapariciones forzosas en el país del Cono Sur.


Seguía Dorfman: “Si el secuestro de escritores conocidos y con foto en la contraportada no alcanza a transformarse en un escándalo, no ocupa más de tres líneas transitorias en los periódicos, ¿cómo estarán siendo borrados de la expresión humana ya no los lectores sino aquellos otros hermanos, hermanas, que no han aprendido siquiera a leer, que nunca accedieron a la mínima arma defensiva de la palabra escrita? Desarrollar al lector, participarlo, activar sus cromosomas, es la mejor contribución que un escritor puede hacer a la democratización de la vida cotidiana, de la práctica humana, y el mejor favor que se puede hacer a sí mismo”.


La prensa de la época (podemos leer en la edición del periódico ‘El Día’ del 7 de junio de 1979) asegura que la ponencia de Dorfman fue “ratificada o discutida por unos y por otros” en un congreso que no se apartó de las polémicas de la política de la región (y también la española, como no podía ser menos). Revisitar el Boom es también echar la vista atrás y poner de manifiesto la importancia y trascendencia de aquel encuentro que reunió en Gran Canaria a verdaderos monstruos de la cultura a nivel internacional.

bottom of page